Como el último era ante el descendido Atenas, Peñarol apeló a una serie de recursos promocionales -como sorteos de LCD y de las camisetas de sus jugadores- para que la instancia fuera, según se denominó desde tiendas aurinegras, un homenaje mutuo entre el plantel y la hichada fiel y seguidora.
Lo que se quiso así, fue que la despedida del casi seguro campeón invicto y, además, el que mayor porcentaje de puntos sumó en la historia de los torneos cortos, tuviera un gran marco de público.
El objetivo se logró. Y cómo. Porque, más allá de que -aparte de no poder contar con el suspendido Ramírez- Peñarol se reservó algunos titulares gravitantes, como Pacheco, Darío Rodríguez y Sebastián Sosa, el conjunto aurinegro que salió a la cancha tuvo que remar muchísimo, encendiendo el fervor de sus hinchas como si se jugara una final del mundo, primero para salvar el invicto, y después para ganar y lograr apuntarse el récord de ser el campeón que obtuvo el 95,55% de los puntos que disputó en el Torneo Clausura.
Digno, inteligente, Atenas se plantó con un 4-5-1 ya que, en el primer tiempo, aunque Peñarol atacó más, creando peligro con las llegadas abiertas de Frontán, Urretaviscaya y Martinuccio, igual generó algunos contragolpes con los cuales el fondo aurinegro atravesó varias situaciones de zozobra.
Más allá de lo simbólico del homenaje mutuo, Peñarol quería ganar, y después por lo menos no perder, tras el golazo de Varela al empezar el complemento, como quedó patente cuando Aguirre pasó al "Pollo" a jugar de "doble cinco" con Arévalo Ríos, y sacó a Orteman para darle entrada a la potencia de Alonso.
Entonces, el campeón se jugó la cabeza y, llegando por las puntas, con pelotas quietas y con tres cabezazos netos de Frontán, el "Tornado" y Arévalo Ríos, se sobrepuso con rebeldía arrolladora hasta al segundo tanto de Atenas, que fue offside, y entró a la historia de atrás y en la hora; sin duda, el mejor homenaje de todos.
