"Les ganamos a todos" - Aguirre más feliz que en 2003, porque "la gente lo necesitaba"



No se guardó nada. La pelota seguía rodando en el césped del Centenario y él fue a agradecerle a la hinchada. Así como la hinchada le agradece a él, minuto a minuto, haberle devuelto el sentimiento de grandeza que nunca debió perder el glorioso Peñarol. Diego Aguirre explotó de felicidad. Una felicidad que lo llevó a las lágrimas.

"Es un momento de felicidad total. Le pusimos mucha energía, mucho trabajo a esto y hoy estoy recontra agradecido a mis jugadores, son unos fenómenos", comenzó diciendo "la Fiera". "Me acuerdo del primer día de trabajo, el 4 de enero, cuando empezamos a trabajar y nadie creía que esto era posible. Nosotros sí, los jugadores también y por eso vivimos este momento de gloria", contó el técnico que minutos antes había sido definido por el presidente de Peñarol, Juan Pedro Damiani, como un "ganador nato".

Mientras Aguirre hablaba con la serenidad de siempre pero con el brillo en los ojos del deber cumplido, sus hijas de 13 y 10 años lo miraban, calladitas, abrazadas. "Le agradezco a mi familia, a la gente que me quiere. Y me acuerdo mucho de mi hermano Rodrigo", dijo sin evitar quebrarse.

El técnico, ahora ganador de los últimos dos Uruguayos aurinegros, afirmó que este se disfruta más por la necesidad de conseguir el título que vio en la hinchada. "Lo quería la gente, lo necesitaba. Y esto es un antes y un después para la institución. La alegría de hoy es incomparable", afirmó.

"Hicimos un gran campeonato en el que le ganamos a absolutamente todos. No hubo a nadie que no venciéramos y eso es excepcional. Son los jugadores los que definen el campeonato y sólo tengo que decirles gracias por hacerme vivir este momento". Así finalizó la charla Aguirre.

Minutos antes, mientras todos los jugadores festejaban en la cancha y daban la vuelta olímpica -ahora sí lo hicieron- Gedanke no podía contener las lágrimas en el vestuario y el "Abuelo", utilero aurinegro, arengaba a gritar bien fuerte por Peñarol.

La espera terminó, el viejo aurinegro, el carbonero o el "manya" -como dice Julio María Sanguinetti, es el único club del mundo que transformó un insulto en un sentimiento de identidad- es otra vez el mejor del fútbol uruguayo. Es verdad lo que dice Aguirre; pocos creían que era posible, allá por diciembre o enero. Cuatro meses después Peñarol pudo: es campeón.

Palabras presidenciales. Un recuerdo a los padres



"Este año perdí a mi madre, con quien después de los partidos, en las primeras fechas, me iba a tomar mate. Ella me decía `tranquilo Juan, este año va a ser`. ¡Y cómo no acordarme de mi viejo! Cuando falleció mi papá, tuve que hacerme cargo del club en una situación que no era la ideal. Fue un camino complicado, pero acá estamos. Seguro debe haber bastante humo y bastante amarillo hoy en el cielo", dijo Juan Pedro Damiani, recordando a José Pedro, su padre y ex presidente.
Ahora tiene que barrer

"Ahora hay que volver a trabajar. Es difícil mantener a los mismos jugadores y pretendemos hacer el estadio, que es el gran objetivo nuestro. Acá los triunfos son efímeros. Es como cuando hacés una fiesta, en el momento disfrutás y disfrutás, pero cuando los invitados se van hay que barrer, hay que pagar los sandwiches... claro que vale la pena", afirmó el presidente aurinegro, que no se olvidó de elogiar a Aguirre, a Osvaldo Giménez, a los gerentes aurinegros, a la directiva y a la hinchada.

Tanta emoción contenida. Tanto grito empujando en la garganta. "¡Peñarol carajo!" Y Aguirre, minutos antes de terminar el partido, trepado en el muro que separa la cancha de la platea América. Luego los saltos, los besos, el abrazo a cada uno de los jugadores.

Tanta emoción contenida. Pasó el invicto del Clausura, el título de ese torneo. La vuelta a la Libertadores. Pero nada de festejos. Ni una palabra desmedida porque la misión era otra. Y se logró ayer, en medio de un clima atípico por culpa de los violentos -no hinchas- que alejan a la gente normal de los estadios.

Tanta emoción contenida. Y Pacheco con la copa del Uruguayo en alto. Alrededor del capitán, un grupo de jugadores que dio vuelta la temporada. Y en medio país un solo grito: "¡Dale campeón!"